En el Antiguo Egipto, la realeza estuvo estrechamente vinculada al mundo de los dioses, y diferentes divinidades fueron denominadas padre del rey reinante. Concretamente, el dios Amón tuvo un papel preponderante a lo largo de una buena parte de la historia de Egipto. El rey fue, también, el hijo del dios solar Re, como lo evidencia el preámbulo de uno de los cinco nombres reales: "hijo de Re". Nos han llegado varios textos que describen el nacimiento divino. El rey fue llamado muy a menudo "El buen dios" o "El gran dios"; como hijo de una divinidad o su sucesor en la tierra, el rey se unió principalmente con el dios Horus. Así, dos de los cinco nombres del faraón le recuerdan como Horus: el "Nombre de Horus" y el "Nombre de Horus de oro". Otros nombres reales enfatizan su unión con el país representado por sus dos diosas protectoras del Alto y Bajo Egipto, lo que dio origen a su nombre precedido de "Las dos damas". Otro nombre, normalmente traducido como "Rey del Alto y del Bajo Egipto", significa literalmente "el del junco (Alto Egipto) y el de la abeja (Bajo Egipto)". El rey incluía en su persona tanto la naturaleza divina como la humana, y por lo tanto mortal, y se unía estrechamente a su predecesor muerto, ya que la sucesión pasaba, al menos en teoría, de padres a hijos: como rey viviente fue recordado como Horus, el sucesor de su padre Osiris. La tarea más importante del rey fue mantener el equilibrio y la armonía en el mundo creado, conceptos que están incluidos en la palabra egipcia Maat. Pero este concepto no solo contenía la lucha contra las fuerzas del caos, sino también la protección del viaje del sol en el cielo y en el más allá mediante ciertos ritos; el tiempo y la historia debían también ser protegidos (el tiempo fue percibido por los antiguos egipcios como un retorno, una repetición, para que se mantuviera todo igual). Lo que estaba en conflicto con el desarrollo normal, fue considerado como una influencia de las fuerzas del caos, incluyendo la muerte del rey. Solamente cuando su sucesor había ascendido al trono como Horus, la situación era recordada como un nuevo comienzo, comparable con la que se produjo después de la creación, llamada en los textos egipcios "La primera vez". La ascensión al trono suponía el restablecimiento de Maat, y las actuaciones reales tanto religiosas como políticas fueron consideradas una mantenimiento de esta situación. Un ejemplo de esto lo constituye la reunificación de los dos países y la conquista de otros: "extender las fronteras de Egipto". El rey no solo representaba al mundo divino en la tierra, sino también a la sociedad egipcia; era el que ofrecía las ofrendas de los campos a los dioses, como contrapartida a su cuidado del país. En su posición, era el único que, al menos en teoría, podía establecer relaciones con los dioses. En la práctica el rey delegaba esta tarea en los sacerdotes de los numerosos templos del país.