Durante el Imperio Antiguo se colocaban en la tumba estatuillas que debían ser los servidores del difunto en el Más Allá. Probablemente se trate de la continuación incruenta de una tradición prehistórica en la que los servidores textualmente seguían a su señor a la tumba. Paralelamente a las estatuas, los relieves también proporcionaban alimento al difunto. Estas dos representaciones son importantes para la historia de la civilización debido a su detalle. La estatuilla representa a una mujer arrodillada que sujeta en su mano una piedra cilíndrica que sirve para moler el grano sobre un placa ovalada. La sirvienta levanta la cabeza y mira frente a ella; sus cabellos están envueltos por una tela anudada al cuello. La estatuilla proviene de una mastaba módica tardía cuyas habitaciones sin embargo contenían un pequeño tesoro. Además de diez estatuas del difunto y de su esposa (de las que cuatro se conservan en Viena), la tumba contenía dos cerveceros y un panadero con su horno.
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